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 1 Grandes multitudes siguieron a Jesús cuando bajó de la montaña.  2 Un leproso se acercó a él, y se arrodilló, adorándolo, y le dijo: “Señor, si quieres, por favor sáname”.  3 Jesús se extendió hacia él y lo tocó con su mano. “Quiero”, le dijo. “Queda sano”. Inmediatamente este hombre fue sanado de su lepra. 
 4 “Asegúrate de no contárselo a nadie”, le dijo Jesús. “Ve y preséntate ante el sacerdote y da la ofrenda que Moisés ordenó, como evidencia pública”.* Como prueba de que había sido sanado y de que estaba ceremonialmente limpio. Ver Levítico 14 
 5 Cuando Jesús entró a Capernaúm, un centurión se le acercó, suplicándole su ayuda,  6 “Señor, mi siervo está en casa, acostado y sin poder moverse. Está sufriendo una terrible agonía”. 
 7 “Iré y lo sanaré”, respondió Jesús. 
 8 El centurión respondió: “Señor, no merezco una visita a mi casa. Solo di la palabra y mi siervo quedará sano.  9 Porque yo mismo estoy bajo la autoridad de mis superiores, y a la vez yo también tengo soldados bajo mi mando. Yo le ordeno a uno: ‘¡Ve!’ y él va. Mando a otro: ‘¡Ven!’ y él viene. Digo a mi siervo: ‘¡Haz esto!’ y él lo hace”. 
 10 Cuando Jesús escuchó lo que este hombre dijo, se quedó asombrado. Entonces le dijo a los que le seguían: “En verdad les digo que no he encontrado este tipo de confianza en ninguna parte de Israel.  11 Les digo que muchos vendrán del este y del oeste, y se sentarán con Abraham e Isaac en el reino de los cielos.  12 Pero los herederos† Refiriéndose a los descendientes de Abraham e Isaac que confiaron en su ascendencia para la salvación. del reino serán lanzados a la oscuridad absoluta, donde habrá lamento y crujir de dientes”. 
 13 Entonces Jesús le dijo al centurión, “Ve a casa. Lo que pediste ya fue hecho, como creíste que pasaría”. Y el siervo fue sanado inmediatamente. 
 14 Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, vio que la suegra de Pedro estaba enferma en cama y tenía una fiebre muy alta.  15 Entonces Jesús tocó su mano y se le quitó la fiebre. Ella se levantó y comenzó a prepararle comida a Jesús.  16 Cuando llegó la noche, trajeron ante Jesús a un hombre endemoniado. Con solo una orden, Jesús hizo que los espíritus salieran de él, y sanó a todos los que estaban enfermos.  17 Esto cumplió lo que el profeta Isaías dijo: “Él sanó nuestras enfermedades y nos libertó de nuestras dolencias”.‡ Citando Isaías 53:4. 
 18 Cuando Jesús vio las multitudes que lo rodeaban, dio instrucciones de que debían§ “debían” se refiere a Jesús y los discípulos. ir al otro lado del lago.  19 Entonces uno de los maestros religiosos se acercó a él y le dijo: “Maestro, te seguiré adonde vayas”. 
 20 “Los zorros tienen guaridas y las aves silvestres tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostarse y descansar”,* Literalmente, “recostar su cabeza”. le dijo Jesús. 
 21 Otro discípulo le dijo a Jesús: “Señor, primero déjame ir y sepultar a mi padre”. 
 22 “Sígueme. Deja que los muertos sepulten a sus propios muertos”, le respondió Jesús. 
 23 Entonces Jesús subió a una barca y sus discípulos se fueron con él.  24 De repente, sopló una fuerte tormenta, y las olas golpeaban fuertemente contra la barca, pero Jesús seguía durmiendo.  25 Los discípulos se acercaron a él y lo despertaron gritándole: “¡Sálvanos, Señor! ¡Vamos a hundirnos!” 
 26 “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Por qué tienen tan poca confianza?” les preguntó Jesús. Entonces se levantó y ordenó a los vientos y las olas que se detuvieran. Y todo quedó completamente en calma.  27 Los discípulos estaban asombrados y decían: “¿Quién es este? ¿Incluso los vientos y las olas le obedecen?” 
 28 Cuando llegaron al otro lado, a la región de los gadarenos, dos hombres endemoniados salieron del cementerio para encontrarse con Jesús. Estos hombres eran tan peligrosos que nadie se atrevía a pasar por ese camino.  29 Y ellos gritaban: “¿Qué tienes que ver con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a torturarnos antes de tiempo?” 
 30 A lo lejos, había un gran hato de cerdos comiendo.  31 Los demonios le suplicaron a Jesús: “Si vas a sacarnos de aquí, envíanos a ese hato de cerdos”. 
 32 “¡Vayan!” les dijo Jesús. Los demonios salieron de los dos hombres y huyeron hacia el hato de cerdos. Todo el hato de cerdos corrió, descendiendo por una pendiente, hasta que cayeron al mar y se ahogaron.  33 Los que cuidaban el rebaño de cerdos, salieron corriendo. Entonces se fueron hacia la ciudad y le contaron a la gente que estaba allí todo lo que había sucedido y lo que había ocurrido con los dos hombres endemoniados.  34 Y toda la ciudad salió para encontrarse con Jesús. Cuando lo encontraron, le suplicaron que abandonara su ciudad. 
*8.4 Como prueba de que había sido sanado y de que estaba ceremonialmente limpio. Ver Levítico 14
†8.12 Refiriéndose a los descendientes de Abraham e Isaac que confiaron en su ascendencia para la salvación.
‡8.17 Citando Isaías 53:4.
§8.18 “debían” se refiere a Jesús y los discípulos.
*8.20 Literalmente, “recostar su cabeza”.